Del por qué de este blog

Los tiempos en docencia universitaria se han vuelto tiranos. No se alcanza a decir lo necesario, los jovenes están acostumbrados a la internet y a la comunicación virtual. Los mayores nos acostumbramos a esto o sucumbimos. Siempre nos corresponderá adaptarnos a la medida de nuestros destinatarios.

Si estamos convencidos que lo que hacemos sirve y vale, debemos esforzarnos por llevar la verdad donde sea, y solo ella nos hará libres.

Mi primera dedicatoria será a mis maestros, a mis profesores y a mis alumnos, los que fueron, los que son y los que vendran.

AMDG

Norberto Antonio Bussani

sábado, 4 de octubre de 2014

Mas sobre la hybris de nuestro tiempo

IX Jornadas Internacionales de Derecho Natural, 2013
Facultad de Derecho - UCA
Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional
desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual
de la Institución.
La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea.
Cómo citar el documento:
Barbieri, J. (2013, octubre). Díke y Hýbris : hermenéutica de un relato anti-ilustrado [en línea]. Presentado en Novenas
Jornadas Internacionales de Derecho Natural : Derecho natural, hermenéutica jurídica y el papel del juez, Universidad
Católica Argentina, Facultad de Derecho, Buenos Aires, Argentina. Disponible en:
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/ponencias/dike-hybris-hermeneutica-relato.pdf [Fecha de consulta: ….]DÍKE Y HÝBRIS: HERMENÉUTICA DE UN RELATO ANTI-ILUSTRADO
Javier Barbieri
Abstract: El pensamiento surgido de la Ilustración ha identificado el mito con la ficción y la fantasía.
Esta idea ha tenido un fuerte arraigo en la intelectualidad contemporánea. Esto debe ser revisado. El
derecho y la justicia sólo se estudian hoy desde la ciencia; el mundo antiguo en cambio lo concibió
como una expresión de lo divino, y en cuanto tal podía abordarse a través del mito. Díke y Hýbris
fueron las personificaciones del bien y del mal jurídico respectivamente, de lo justo y lo injusto. Estas
dos realidades vienen mezcladas entre los hombres desde tiempos inmemoriales.
I
El agotamiento del paradigma moderno-ilustrado parece manifestarse en nuestros días en muy
diversos sentidos, muchos de ellos inconciliables entre sí. En una amplia gama que va del
relativismo moral y el escepticismo a la aceptación casi indiscutida de paradigmas de
pensamiento globalizantes, se puede observar un interés creciente en los círculos científicos
por ciertas manifestaciones de lo irreal o fantástico, algo que pocas décadas atrás hubiera
merecido en esos mismos círculos el calificativo de paranoia. Esta acción, como sucede en los
modelos educativos contemporáneos, podría interpretarse como una reacción o rebeldía contra
el pensamiento racional que por dos siglos dominó el espíritu del hombre. El auge progresivo
que vemos en occidente de nuevas formas de “religiosidad” reñidas con todo atisbo de
racionalidad, expresan parte del mismo fenómeno.
En su lectura del mundo antiguo, este pensamiento ilustrado pintó con trazos progresistas un
diseño de la mente griega que opone sucesivamente un tiempo del mito a un tiempo del lógos;
dos momentos, uno de infancia y otro de madurez en el desarrollo intelectual del pueblo
heleno. Pero hay en esta pintura una visión demasiado simplificada. No nos atrevemos por el
momento a formular la afirmación contraria: que hay mayor madurez en el hombre creyente
del mito que en aquel que lo considera una fábula, una fantasía o una superstición, y reconoce
como única guía del espíritu la razón humana. Pero, en su versión más radical, el modelo
puramente racional estrechó la dimensión más vital del hombre, la espiritual.
Toda expresión de lo sagrado tiene una parte de misterios, que es inabordable para la razón
humana. El mito ha sido -y es- un medio para acercar al hombre a esta dimensión de lo
sagrado. Pero es también un instrumento para acceder a otras formas de lo desconocido no
vinculadas estrictamente al misterio. En el ámbito social, el mito cumple una función de
relevancia, encierra una tradición que sirve de modelo de comportamientos y de justificación1
.
A través del mito, el hombre de las sociedades arcaicas lograba separarse del tiempo cotidiano
y entrar en un tiempo de enlace con lo tradicional, alcanzar una verdad sagrada sucedida in illo
tempore2 y convertirla en hechos y actitudes concretas.

1
 ELIADE, Mircea, Mitos, sueños y misterios, Kairós, Barcelona, 2005, p. 22. 2
 ELIADE, M., loc. cit.No es un accidente que en la lengua griega los términos mîthos y lógos encierren un mismo
significado: “palabra”, derivado después en ambos casos, a “discurso”, “relato”, “narración”.
Igual sucede con los verbos correspondientes mithologhéo (compuesto de las dos raíces de
mîthos y lógos), que traduce “narrar”, “contar”, y mîthologheúo, que significa “narrar con
detalle”. El vergo légo expresa “decir”, “declarar”, “recitar”. Mîthos es empleada en Homero
en oposición a ergón, es decir, la palabra frente a la acción. Mithologheúo es utilizado en
Homero en el sentido de contar una historia verdadera3
. Heródoto usa mîthos para hablar de
cosas que más adelante sólo se nombrarán con lógos4
. Es en el Protágoras de Platón donde
aparece mîthos como opuesto a lógos, la primera es mera narración sin pruebas, la segunda es
un decir que argumenta y demuestra5
. A través de hazañas de seres sobrenaturales o héroes, el
mito cuenta como una realidad ha venido a la existencia, sea esta realidad total, como la
creación del mundo, o solamente fragmentaria, como el origen de una isla o de una especie
vegetal, un comportamiento humano, la fundación de una ciudad o de una institución6
.
El mito es para Platón “un cúmulo de materia antigua legada por la tradición y contenida en
narraciones conocidas que no excluyen la posibilidad de otra conformación y que versan sobre
dioses y seres divinos, luchas de héroes y descensos a los infiernos”7
. Al final de la República,
Sócrates le confiesa a Glaucón que el mito puede salvarnos a todos. Aristóteles, en su
Metafísica, admite que si se separa el relato mítico de su fundamento inicial y se considera
sólo este fundamento, es decir la creencia de que todas las sustancias primeras son dioses,
entonces se advertirá que es una tradición verdaderamente divina8
.
El hombre moderno utiliza el término “mito” como sinónimo de “ficción”, “fantasía”,
“mentira”, “cuento” o “superstición”. En esta postura, debería admitirse que no existe para el
hombre antiguo distinción entre narración mítica y cuento o fantasía. Karl Kerenyi se ha
ocupado de negar este prejuicio; ha señalado que la línea divisoria entre relato mítico y relato
fantasioso no reside ni en la materia ni en la forma, sino en la postura que se adopta ante ellos.
Si la vida se funde con el material mítico y lo hace a través de ceremonias en el culto o en la
guerra, entonces se trata de mitología; si las historias han quedado en cambio reducidas a unas
ceremonias mínimas como las de narrar y escuchar y, al final, a la mera lectura nos hallamos
ante un cuento. Es demasiado ingenuo suponer que los sabios de Grecia fueran incapaces de
reconocer lo irreal de ciertas narraciones mitológicas o poéticas. Mientras la vida fuera capaz
de encontrar en ellas su expresión y sentido trascendentes, la creación mitológica podía
sentirse como real9
. Otro aspecto importante, en el que no podemos entrar ahora y que sirve
para desentrañar el verdadero carácter del mito, es el hecho de encontrar motivos iguales en
las mitologías más dispares de todos los continentes.

3
 CHANTRAINE, Pierre, Dictionnaire étymologique de la langue grecque, Klincksieck, París, 2009, p. 691. 4
 KERENYI Karl, La religión antigua, Herder, Barcelona, 1999, p. 14. 5
 KERENYI, Karl, op. cit., p. 14. 6
 ELIADE, M., Mito y realidad, Labor, Barcelona, 1992, p. 12. 7
 PLATÓN, República, 392a; KERENYI, K., op. cit., p. 15. 8
 ARISTÓTELES, Metafísica, 1074a. 9
 KERENYI, Karl, op. cit., p. 18. Esta distorsión del sentido auténtico del mito, coloca al mundo moderno ante un grave
problema. La natural inclinación del alma humana a la búsqueda de sentido y trascendencia
por una parte, y la falta de aceptación de lo sagrado como expresión de lo trascendente por la
otra, produce la gestación de mitos profanos que quedan encerrados en el tiempo y se
identifican con la propia historia. No se trata, como en el mito arcaico de una historia sagrada,
sino de fenómenos seculares. Dejando de lado juicio alguno sobre la validez filosófica del
comunismo marxista, no puede negarse que sobre él se ha diseñado una pseudo-estructura
mítica con alcance escatológico: el proletariado es, a la vez, víctima y redentor del mundo,
pues está llamado a cambiar las condiciones existenciales de la estirpe humana; la sociedad sin
clases no es sino la inversión progresista del mito de la Edad de Oro perdida, aludida por
Hesíodo. Otro fondo pretendidamente mítico diseñó el Nacionalsocialismo alemán, con su
idea de lucha purificadora en feroz batalla contra las fuerzas del mal en este mundo. Según la
mitología germana arcaica, cada guerrero caído en combate es recogido por las Valquirias que
lo depositan en el Valhalla junto al dios Odín para la eterna batalla de las fuerzas del bien
contra las fuerzas del mal.
Que el mito constituye una necesidad del espíritu humano puede comprobarse también al nivel
de la experiencia individual. Su presencia tanto en los sueños, como en las fantasías de la
vigilia, en la nostalgia constante del hombre por lo perdido, y también a través de la literatura,
las novelas, el cine, el deporte; todo lo cual da cuenta de su realismo. Pero en estas
manifestaciones modernas se ha perdido la función de enlace con lo divino que constituye la
sustancia del mito arcaico.
II
En la segunda parte de este trabajo, quisiéramos dedicarla a un mito que ha renovado
últimamente nuestro interés. El mito de las edades, de Hesíodo10, como todos saben, opone a
la idea de progreso o, al menos de progreso lineal y continuo, la de decadencia cíclica de la
estirpe humana. El elemento formal del proceso de progresivo empeoramiento lo constituye el
abandono de la Justicia; en los términos del poeta, la adopción de Hýbris por el abandono de
Díke. Hýbris en mayúscula es la personificación del exceso, el abuso, la insolencia, la
desmesura, el ultraje, el robo, la afrenta, el daño, en suma, lo que es opuesto a la justicia; y,
como también sucede con díke, expresada en minúscula hýbris quiere decir todo ello como
cualidad de la conducta. Díke, por su parte, es la personificación de la Justicia, que ahuyentada
de la Tierra por los crímenes de los hombres, se refugió en el cielo11.
En Los Trabajos y los Días, Hesíodo habla de cinco edades de los hombres que se han
sucedido en la Tierra, desapareciendo unas tras otras: la edad de oro, la edad de plata, la edad
de bronce y la edad de hierro; entre las dos últimas aparece la edad de los héroes. Cada edad
posee una raza de hombres marcada por su forma de vida y sus valores. La primera encarna las

10 Poeta griego del siglo VIII a.C.
11 GRIMAL, Pierre, Diccionario de Mitología, Paidós, Buenos Aires, 1997, p. 300. virtudes, simbolizadas por el oro, y ocupa el lugar culminante en la escala de valores. En la
edad de oro todo es orden y justicia. Reina pura Díke, lo cual significa, en el orden teológico,
obediencia a lo divino y, en el orden político y judicial, primacía de la justicia. Hýbris no tiene
cabida en la edad de oro.
La edad de plata consiste en el abandono del orden divino de Díke y la entrada en el mundo de
Hýbris. En los dos planos de respeto a Díke señalados, el divino y el humano, aparecen con
Hýbris en el primero el orgullo y la impiedad, y en el segundo, el abandono de las virtudes
cívicas que aseguraban la justicia. Comienza una época de abusos, excesos, violencias,
insolencias, robos, daños, todo lo cual no es más que consecuencia de la primera falta, la
pérdida del temor a los dioses.
A la edad de plata sucede la de bronce. Edad terrible y vigorosa, que “vive para Ares y para
Hybris”12. De los órdenes religioso y jurídico que marcan las primeras dos edades, hemos
pasado al de las manifestaciones de la fuerza, del vigor físico y del miedo. Los hombres de la
edad de bronce no hacen otra cosa que la guerra13. El hombre de la edad de bronce, extraño
por completo a la obediencia divina y al derecho, se entrega completamente a la hýbris,
entendida en este contexto como pura violencia física. Se venera la lanza en lugar del cetro, lo
terrestre sobre lo celeste. Los hombres de bronce son incapaces de ir más allá de su naturaleza
física, y por ello, en el más allá, en el Hades, se disiparán como el humo en el anonimato de la
muerte14.
La edad de hierro no ha de llamarnos tanto la atención. Tiempo de enfermedades, vejez,
muerte, incertidumbre por el mañana y angustia por el porvenir, elementos todos ellos cuya
inseparabilidad permite construir un cuadro único15. La necesidad de padecer sobre la tierra
para obtener el alimento, y de traer al mundo los hijos con dolor son características propias de
este tiempo. Zeus ha querido que en él, el bien y el mal no estén solamente mezclados, sino
que sean solidarios, indisociables16. Pandora está en el origen de todos estos males, pero por
ella también, la esperanza subsiste. Es tiempo también de lucha (Eris), pero de otra lucha, la
del sustento, dura ley sobre la cual reposa la vida en el edad de hierro. No hay ya felicidad, por
pequeña que sea, que venga sin sacrificio. El modelo humano de esta edad es el agricultor, que
consagra su vida al trabajo de la tierra. Respetar a Díke es en este nueo contexto aceptar la ley
del trabajo; así, el bien que se obtendrá sobrepasará al mal del cual la vida es ahora
inseparable. La otra lucha que se da en este tiempo, la que sigue a Hýbris, arranca al hombre
del trabajo y lo impulsa a buscar la ganancia fácil, el enriquecimiento por el engaño, el fraude,
la mentira. Se multiplican los pleitos y las querellas, que engendran discordia entre los
hombres. Las jerarquías se invierten; los hijos de Díke están a merced de los hijos de Hýbris.
El signo de este tiempo -el más decadente de todos- es el envejecimiento: el niño se hace
joven, el joven adulto, el adulto viejo y el viejo polvo. Vejez y juventud se contraponen, como
Hýbris y Díke. Al final de este tiempo, si se cede a la hýbris, habrá desaparecido todo lo que

12 HESÍODO, Erga, 144-146. 13 VERNANT, Jean Pierre, Mito y pensamiento en la Grecia antigua, Ariel, Barcelona, 2007, p. 33. 14 VERNANTE, J.P., op. cit., p. 34. 15 VERNANT, J.P., op. cit., p. 41. 16 VERNANT, J.P., loc. cit.es joven y bello: los hombres nacerán viejos, con los cabellos blancos17. Al tiempo de la
mezcla de dike y hýbris, sucederá el reinado de la hýbris pura, un tiempo completo de vejez y
muerte.
Un párrafo aparte merece la edad de los héroes, que es como un impasse en el proceso de
degradación de la estirpe humana. Esta edad es la contrapartida de la edad de bronce; los
hombres que suceden a ésta pertenecen a una estirpe guerrera-heroica. Vienen a traer la díke
en la guerra. La raza de los héroes es llamada dikaíoteron kaì áreion, más justa y más
valerosa. Al guerrero híbrido se opone el guerrero justo, que acepta el orden superior de Díke.
Al guerrero de Hýbris, salvaje y frenético, se opone el de Díke, valiente y justo, porque respeta
lo sagrado. Estos héroes recibirán de Zeus, como recompensa de su coraje y su justicia, el ser
transportados a la isla de los Bienaventurados donde llevarán una existencia semejante a la de
los dioses18.
III
Este relato mítico que el mundo griego transmite a través del verso inspirado de Hesíodo,
podrá ciertamente extrañar al hombre moderno formado en el paradigma ilustrado del
progreso indefinido de la humanidad. Un modo de lectura, quizás el más tentador, pero
seguramente el más actual es confundirlo con una fábula, un simple cuento para niños que,
como tal, repele al intelectual serio, de pensamiento maduro de estos tiempos. Podemos en
cambio preguntarnos, aún cuando no seamos, por formación y tradición, muy creyentes ni
seguidores del mito, si en éste modo arcaico se encierra alguna parte de la verdad, y cuál es
ella en tal caso. Así, con el espíritu abierto a otros registros de verdad más allá de los
científicos, quizás podamos encontrar nueva luz para entender realidades que la ciencia no
puede explicar.
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17 HESÍODO, Erga, 181. 18 VERNANTE, J.P. op. cit., p. 39.

La hybris, el poder y la soberbia en la antigua Grecia

http://www.resad.es/acotaciones/acotaciones10/10espassa.pdf